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II Encuentro de Jóvenes Creadores en Toledo

Dentro del plan Movic de la Red Española de Albergues Juveniles (REAJ), se ha organizado en Toledo el II Encuentro de Jóvenes Creadores por la Dirección General  de Empleo y Juventud de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y en colaboración con la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Yo he dirigido el dedicado a la poesía y narrativa. Ha sido nuevamente una experiencia espléndida.

Como creador, ahora comprendo que me hubiera ahorrado mucho de haber tenido la oportunidad de acudir a un taller literario, o a una semana de inmersión literaria como esta, en Toledo. La enseñanza reglada excluye, parece que por naturaleza, el fomento de la creación; es más, a veces lo que consigue es disuadir al joven de embarcarse en ella.

A crear es muy complicado enseñar, tiene que ser una entrega totalmente voluntaria, surgir de uno mismo, resultar suficientemente atractivo para empeñarse en su realización; pero es bastante fácil animar a ella, dar ciertas claves que uno tiene que tener presente para ir más rápido en el imperioso tiempo de práctica, de acumulación de experiencia.

Y esto se logra en Toledo a lo largo de esa semana.

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Foto oficial a la llegada de los participantes, de visita por la Biblioteca de Castilla-La Mancha, con José Mª Torralbo, el jefe de servicio de Empleo y Juventud, el director de la Biblioteca Juan Sánchez y la directora del Albergue, Cristina Gómez. Y a la entrada del Museo de Santa Cruz.

Participantes:

Finalmente han participado en esta segunda convocatoria un total de 9 participantes en el taller de Poesía y narrativa, provenientes de Guadalajara, Salamanca, Ávila, Torrijos (Toledo) y Madrid. Las ausencias hasta los 15 seleccionados fueron motivadas por razones de fuerza mayor de última hora.

Talleres y encuentros:

Este año hemos dado a lo largo de la semana 37 intensas horas de taller y hemos participado en la Biblioteca de Castilla-La Mancha en un encuentro con el escritor, guionista y director Roberto Santiago, y hemos asistido en la Casa del Greco al concierto «Cantando a los poetas españoles… De un tiempo a esta parte», ofrecido por Javier Bergia y Begoña Olavide.

También se hicieron visitas del grupo a la Biblioteca de Castilla-La Mancha, al Museo Casa del Greco y al Museo de Santa Cruz, por el que se hizo un recorrido por todas las exposiciones.

La estancia en el Albergue de San Servando se realizó con plena normalidad.

Contenido:

Personalmente les he introducido en el terreno de la creación literaria, buscando la diferencia con cualquier otro tipo de escritura, dando igualmente las claves para embarcarse en la aventura de escribir una novela, al haberlas conseguido sistematizar tras irlas descubriendo a través de mi experiencia. Con Carmen Peire (autora de relatos, directora de un taller en la escuela de Clara Obligado, y editora) se les marcó el camino de la narración breve, del relato. Alfons Cervera estuvo charlando con ellos un buen puñado de horas sobre su experiencia de escritor y su visión “periférica” del mundo editorial, deteniéndose en la sustancia de incorporar la memoria histórica a la literatura. Javier Baonza, filólogo, tallerista, poeta y editor, se ocupó del ámbito poético aliviando la preocupación que mayoritariamente generaba en los participantes, por su trascendencia.

Cerramos el proceso con la lectura pública de los relatos terminados por cada uno de los participantes, que habían ido construyendo con el paso de los días.

Difusión:

Naturalmente, durante todo este tiempo, no sólo durante la estricta semana del Encuentro, sino también antes y posteriormente, se ha estado difundiendo a través de las redes, facebook y twitter especialmente.

La noticia también se ha recogido en El espectáculo teatral y en Sexto continente (que adjuntamos)

El Espectáculo Teatral

Sexto Continente

Pero lo más importante ha sido aparecer un reportaje en el suplemento cultural del ABC, protagonizando la portada del mismo (que también adjunto en su versión digital).

Balance:

El balance vuelve a ser espléndido. Por muchas razones.

Porque comprenden el valor de la iniciativa de las instituciones organizadoras.

Porque en el estricto sentido del aprendizaje, se nota una mejora sustancial de lo escrito, sobre todo en los menos diestros en el arte de crear literariamente, de lo primero que les fuerzo a escribir, hasta el relato final.

Porque es una evidente inmersión en el mundo de la creación que les apasiona, desvelándoles sus capacidades y posibilidades.

Porque estrechan un lazo sentimental con la ciudad de Toledo.

Porque es una semana de convivencia en un lugar fantástico entre jóvenes de edades similares que provienen de lugares distintos.

Se discutió sobre la conveniencia de que las dos semanas (la de narrativa y poesía, y la de guion de cine y dramaturgia) se hicieran simultáneamente, porque algunos de ellos, tanto de un taller como del otro, les hubiera interesado igualmente estar en ambos. Aunque no era una decisión fácil porque al mismo tiempo el contacto con el otro grupo, que se hacía permanentemente fuera del horario de talleres, les gustó mucho.

Otra propuesta que surgió para trasmitir a los organizadores es la de estudiar la posibilidad de editar un pequeño libro que recoja los trabajos realizados en los Encuentros.

En la entrega que hicimos de los diplomas, se les pidió que explicaran por qué se lo merecían, así, entre bromas y confesiones, todos manifestaron su agradecimiento a la iniciativa, su deseo de volver y su alegría por la experiencia. Igualmente su propusieron nuevas acciones para lograr una mayor difusión del evento en caso de que se siga realizando.

Valoración:

Esta es la valoración que nos ha enviado Carmen Álvarez Hernández, que ya estuviera en el Primer Encuentro, como expresión de la opinión generalizada entre los participantes, tal y como nos la trasmitieron:

«Una oportunidad, una experiencia, un enriquecedor privilegio; o lo que es lo mismo, los Encuentros de Jóvenes Creadores que tienen lugar en Toledo y lleva de la mano el escritor Víctor Claudín. Así resultaron en su primera edición y así también en su segunda, en la que de nuevo tuve la enorme suerte de poder participar.

La expectación y disposición de los participantes y compañeros, la actitud y curiosidad a la que inducían las dinámicas de los talleres diarios, la posibilidad de escuchar opiniones y perspectivas acerca de lo trabajado… han supuesto una oportunidad de recuperar e interiorizar herramientas y orientaciones para poder expresar y contar de forma literaria; una siempre necesaria inyección de estímulos para continuar imaginando, interpretando, y compartiendo por escrito aquello que cada uno y cada una tiene la inquietud de imaginar, interpretar, y compartir.

Gracias a los talleristas que nos acompañaron durante los talleres por su entusiasmo e implicación: Víctor Claudín, Carmen Peire, Alfons Cervera, Javier Baonza, ¡qué fortuna poder escucharos, poder recibir vuestro estímulo! Gracias a la excelente organización del programa, del que formaron parte complementarias y más que interesantes y enriquecedoras actividades culturales en la ciudad de Toledo. Gracias al cuidado y atención que recibimos por parte de los trabajadores de nuestro alojamiento, el Albergue de San Servando. Gracias a Toledo, y gracias a la literatura por, como dijo Kafka, “ser siempre una expedición a la verdad”».

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Con Roberto Santiago y Juan Sánchez, la postal de este año con Carmen Peire y Javier Baonza, y los participantes del taller leyendo su cadáver exquisito, en la ceremonia final.

Trabajos.

Aquí una prueba de lo realizado.

Hicieron un Cadáver exquisito, el juego que practicaban los surrealistas, y que, en una de sus aplicaciones consiste en que cada uno escribe un verso, luego se juntan por orden y, lo que sale suele tener mucho sentido, como ha ocurrido en este caso. Finalmente es construir un poema colectivo, pero sin saber lo que escriben los demás:

Gajo, Hoja. Colectivo

El fuego termina en verde y sangra

Resina ámbar se desliza sin reflejo

Espejos que no muestran lo que está delante, sólo sueños

Soñarte sin conocerte

Hacerte etéreo sin que existas

Quedarme allí hasta que hables

Ridículo y calladito

Como un brote de rúcula sonrojado

No volver a crecer nunca

Aunque la lluvia llore vino.

 

Algunos de los textos nacidos de ejercicios:

Pájaros sin plumas. Inés Herrero

La niña dormita contra el osito de peluche. Su habitación, iluminada por una lámpara de noche, da un reflejo azulado a las muñecas que descansan sobre la alfombra, al baúl entreabierto, a las mantas que la cubren.

Un hilo de aire mece las cortinas. La niña ladea el rostro, sus párpados tiemblan. Una pesadilla deja un tenue olor a sudor, el sabor de un alimento desagradable, un gusto fuerte anidado contra su paladar demasiado tiempo.

Aguarda, con una premonición terrible mantiene la mirada fija en el cristal. En el edificio de enfrente algo se agita nervioso en el marco de una ventana. Una silueta atraviesa la noche, un pájaro gigantesco parece caer del nido agitando las alas frenético, perdiendo sus negras plumas contra el viento de cara. Cayendo pesado y calvo donde ella no puede verle.

Arrastra una silla bajo el marco de madera y mira a su alrededor. Abre la ventana. El techo brilla pálido, con pequeñas grietas bordeando la lámpara, sus juguetes, casi imperceptibles se le antojan lejanos. Los rizos danzan sobre su frente. Tiene frío. El cielo sin luna oscurece el dormitorio, una bombilla se funde.

Apoyada sobre el alféizar distingue la acera partida en cuadrados irregulares, las farolas esbozan las líneas del cuerpo, los contenedores crujen bajo el peso. Nadie grita. Sus ojos recorren la franja de pisos, desde las sombras del portal en penumbra hasta la superficie del edificio. Dos ventanas por debajo encuentra un cuadrado vacío. El viento balancea las cortinas del décimo, donde la noche oculta un nido abandonado.

La decisión de Tomás. Paloma Caramelo

Si Tomás no se hubiera ido cuando Nico tenía solo 5 años, María no se habría quedado abandonada en el desierto de su casa. No se habría cosido las lágrimas a los ojos ni se habría planteado salir de la sequedad agrietada de su matrimonio. No habría aprendido a vivir sin él.

Si no se hubiera ido, María no se habría sentido idiota esperándole, no habría sentido baldíos los últimos años, y no habría conocido, al menos de la forma en que lo conoció, a Tato, que en seguida se enamoró de su indefensión y de las pecas que colmaban su frente.

Si Tomás no se hubiera ido y no hubiera vagabundeado en otros pechos sin pecas, no habría echado de menos a María pasado un tiempo y su mujer no habría vendido toda la ropa suya que quedó en el armario cuando se fue.

Si no se hubiera ido, el invierno habría sido más corto, el bar de abajo no habría tenido que cerrar, y, el día que Tomás decidió volver, habría tenido un sitio donde beber tranquilito y ser aconsejado. Pero  tuvo que beber whisky solo.

Si Tomás no se hubiera ido, María no habría cambiado la cerradura, y, aquel jueves, Tomás no tendría que haber echado la puerta abajo, su mujer no estaría cocinando para otro y no habría dejado la sartén al fuego cuando se acercó a la puerta al oír que se derrumbaba. Tomás no habría encendido su cólera al ver a María con un colgante que él no le había regalado, y a su hijo, asustado, llamar papá a otro hombre. No habría corrido hasta la cocina, donde el fuego mordía el teflón de la sartén y no habría estrangulado a su sustituto hasta casi matarlo. No habría recibido un sartenazo de fuego demasiado fuerte en la cabeza, y no habría estampado su pómulo blando e inerte contra el suelo de baldosas. María no habría tapado los ojos a Nico ni habría mirado a Tato con horror y culpabilidad.

Si Tomás no se hubiera ido, ahora no estaría enterrado en el jardín.

Baile de máscaras (A partir de un ejercicio que era escribir bajo el ambiente marcado por una audición musical). Paloma Caramelo

Dispara tambaleándose.

El pelo rubio de la víctima se derrama por el suelo. El que sostiene el arma se muestra: labio aún mojado de whisky y pelo que le cubre hasta la nariz.

Se despeja el flequillo. Eres tú.

¿Eres tú?

¿Qué hacemos aquí? ¿Qué has hecho? Ese no puedes ser tú. Es un gángster que te ha robado la piel para hacerse una careta.

Tu nunca harías daño a nadie.

 

Estoy muy mareada ¿He bebido? No recuerdo nada antes del disparo. ¿Quién es la víctima? Está de espaldas. No se queja. ¿De dónde has sacado esa pistola?

Te miro.

Tu cara se ha borrado de repente, tus facciones han desaparecido como las de un muerto con demasiado maquillaje. Te has despegado la careta y…cuanto te pareces a mí. ¿Eres yo? ¿Era tu? No puedo pensar.

Qué sueño. Voy a echarme un rato…¿Junto al cadáver? Duerme tan tranquilita…

¿Qué haces? Déjame tumbarme al lado de mi víctima. ¿O es tu victima? Ya no se.

¿Dónde estás? ¿Por qué tengo esta pistola en las manos? Me has dejado sola con el cadáver, cabrón. Viene la policía.

-¡Salga del bar con las manos en alto!

 

Las cosas vuelven a desaparecer.

Ahora no estoy yo tampoco, ni tú disfrazado de mí, ni nada.

La pistola cae al suelo ensangrentada.

Suena el despertador. Brilla el sol en Madrid.

Sin título. Daniel Grimoir

La vida sabe de forma diferente cuando uno se acaba de enamorar: un trago fresco y dulce que se cuela inesperadamente en la boca y recorre lentamente la lengua y el cuello.

Estaba convencido de que esa sensación sólo duraría un par de meses, como mucho y que la novedad acabaría dando paso irremediablemente a la rutina. Pero por el momento, sólo podía sonreír.

Poco a poco habían descubierto ser opuestos y complementarios a partes iguales: uno dormía boca arriba, el otro boca abajo; un bebía ginebra, el otro tónica.

El breve camino entre la estación de metro y su hogar había dejado de ser un sendero gris para descubrir un sutil brillo en lo más insospechado: coches negros acelerando por la avenida, pájaros cobijándose a la sombra de un árbol, niños haciendo galletas de barro con forma de luna.

Incluso percibió brillo en una pequeña figura que se movió en lo más alto del lado siniestro de su bloque de apartamentos.

La cama era el mejor lugar para charlar: allí los pies entrelazados de los amantes compartían las nimiedades de la jornada, aderezadas con onzas de chocolate azabache. El crepúsculo había sumido el dormitorio en penumbras, estirando las sombras desde la ventana hasta el mismo salón.

–¿Quieres bailar?

La suave música de estilo parisino les sumergió delicadamente en una atmósfera íntima, aislando el resto del mundo al otro lado del cristal.

Si no hubieran bailado, habrían visto un cuerpo caer a lo largo de la ventana. Si no hubieran reído, habrían escuchado los gritos que rompieron la calle. Si no hubieran cerrado los ojos al besarse, habrían visto las luces invasivas de la ambulancia.

–Hoy va a caer una buena –anunció al ver el cielo nublado a través de la ventana.

Burbuja. Daniel Grimoir

La vida sabe de forma diferente cuando uno se acaba de enamorar: un trago fresco y dulce que se cuela inesperadamente en la boca y recorre lentamente la lengua y el cuello.

Estaba convencido de que esa sensación sólo duraría un par de meses, como mucho y que la novedad acabaría dando paso irremediablemente a la rutina. Pero por el momento, sólo podía sonreír.

Poco a poco, habían descubierto ser opuestos y complementarios a partes iguales: uno dormía boca arriba, el otro boca abajo; un bebía ginebra, el otro tónica.

El breve camino entre la estación de metro y su hogar había dejado de ser un sendero gris para descubrir un sutil brillo en lo más insospechado: coches negros acelerando por la avenida, pájaros cobijándose a la sombra de un árbol, niños haciendo galletas de barro con forma de luna.

Incluso percibió brillo en una pequeña figura que se movió en lo más alto del lado siniestro de su bloque de apartamentos.

La cama era el mejor lugar para charlar: allí los pies entrelazados de los amantes compartían las nimiedades de la jornada, aderezadas con onzas de chocolate azabache. El crepúsculo había sumido el dormitorio en penumbras, estirando las sombras desde la ventana hasta el mismo salón.

–¿Quieres bailar?

La suave música de estilo parisino les sumergió delicadamente en una atmósfera íntima, aislando el resto del mundo al otro lado del cristal.

Si no hubieran bailado, habrían visto un cuerpo caer a lo largo de la ventana. Si no hubieran reído, habrían escuchado los gritos que rompieron la calle. Si no hubieran cerrado los ojos al besarse, habrían visto las luces invasivas de la ambulancia.

–Hoy va a caer una buena –anunció al ver el cielo nublado a través de la ventana.

La niña pez. Pablo Merlín Tous

Desde lo alto y atravesando las ramas del árbol, cayó un pez rosa suspendido, como una cometa, herido por el viento.

Y desde entonces lloro siempre bajo el sauce del patio.

Los vecinos ponen música para no escuchar a la niña pez, así es como me llaman, por eso siempre visto lila, rojo, rosa, granate morado… para que piensen que estoy loca pero sin atar.

Se preguntaran ustedes que fue del pez, murió ¿es obvio no? si eres pez y te estrellas contra el suelo. Pero aun vive de cierta forma ¿dónde? pues dentro de mí y ¿cómo es eso, pensarán?

Mamá me lo puso en la cena con un plato de brócoli.

Y de ahí que corra cada día para alcanzar la primera rama del sauce, él quiere volver a lo alto, sería un pez volador.

Entonces está el día de la pajarería el tendero me enseño las jaulas y yo vi a los pájaros y también a Gregorio que tenía un loro azul y una cometa.

Fuimos a la plaza, comimos helado y vimos a la banda, corrimos entre los pies de los mayores que bailaban, fue divertido.

Nos sentamos en la fuente y Grego me miró fijamente tanto que me vi reflejada en sus ojos.

Me intento besar, me quité

– ¿Qué haces Grego?

– No sé.

– ¿Pero estas loco o qué? ¿querías besarme ? -rió a carcajadas, él se enfada.

– Si , y que -él corre a la playa con los rizos y la cometa, le sigo, mientras corro huele a sal solo se escuchan las olas, está volando colgado de la cometa  los dedos entrelazados en la cuerda que le araña la piel seca.

– ¿Me enseñas?

– No.

– ¿Por qué?

–  Te conozco jugarías sin mi.

– Llévame entonces sobre tus hombros peso poco -se lo piensa.

– Venga -me subo a su espalda y el viento sopla fuerte salta y caemos a plomo lo intentamos de nuevo, el viento sopla fuerte y la cuerda sangra en sus manos.

Ahora se enfada de verdad.

– Te lo dije, mira lo que has hecho tengo las manos llenas de tierra, sangre y sal -me río mientras le salpico con los pies las gotas caen doradas el sol se está marchando, frustración, grita se enfada y tira la cometa con rabia, al suelo

– ¡Grego, ven mira!

– ¿Qué quieres de mi?

– Ven.

El viento trae música, la banda de metal sobre uniformes blancos cierra la tarde. Una cinta sin dueña, las copas vacías unos tacones sobre el malecón allí los otros terminan un  baile de tantos.

Sacudida desordenada, precipitada hacia el mar una cometa azul.

Ellos.

Un primer beso que cayó de un árbol.

Un pez que nunca fue cometa y una cometa que quiso ser un pez.

Escrito. Héctor Jerez

Sofía tiene la mirada clavada en el mantel que su madre nos regaló hace un año por nuestra boda. Sentados uno frente a otro no paro de gritarle si es que en quince años no me he ganado su confianza, que porqué puso a ese detective a seguirme cada vez que salía con mis amigos.

La pobre no dice anda, hunde la mirada en sus manos. ¿Me estaré pasando? ¿Quizás no sea para tanto? Hace tiempo que no hablamos de tú a tú, parecemos dos niños pequeños andando a tientas mientras buscan una luz y sólo encontramos ácidas miradas indiscretas.

Veo una mancha pasar por la ventana tan deprisa que no soy capaz de reconocer que es y a los pocos segundos un estruendoso golpe se oye desde la calle.

Las luces parpadeantes de un vehículo se cuelan en la cocina reflejándose en los azulejos. Sofía y yo nos miramos y sin hablar salimos a la terraza viendo  la silueta del vecino impactada sobre el techo de nuestro viejo Cadillac.

Nos miraros a los ojos y recuerdo quince años a su lado. Las tardes en el parque y las noches bailando en la plaza. No quiero perderla y la abrazo. Ella me responde con otro aún más fuerte y un agradable calor inunda mi ser mientras un frio cuerpo yace en la acera.

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