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El último viaje de Charlie Levi Leroy

Ya he hablado de Charlie en este blog. Le considero un hombre de teatro en toda la extensión del ámbito creador, y más allá. Me he reído mucho con él, ya sabía que tenía muchas tablas y cosas que decir, que es lo primero que necesita un creador, pero en esta pieza da un salto de gigante. Lo defino ya: El último viaje me parece un magnífico texto, un montaje adecuado y una interpretación fantástica.

Charlie Levi Leroy es dramaturgo, director, actor y músico. Fundador de la compañía teatral The Acting Company, ha desarrollado toda su actividad en Argentina (donde nació), España, Rusia, Ucrania, Italia y República Checa. En la actualidad imparte seminarios de interpretación. Eso dice el librito que se vende a la puerta de la sala y que contiene el texto. Algo que se agradece porque merece la pena releerlo.

Lo que presenciamos en el Teatro del Arte es el juego de la emoción vital de esperar la muerte. Al final del camino un hombre se siente solo, “ya no vienen ni las palomas”, y reflexiona desordenadamente sobre algunos detalles de su pasado: logros de la omnipotencia adolescente, la crítica de los idiotas del mundo, las tertulias de los amigos cuyas voces resuenan porque está más fresco en la memoria lo de antes que lo reciente; tantos abrazos y tantos besos pasados, así como sus ausencias; los cambios, claro, los bares convertidos en supermercados, por ejemplo, ¿dónde está hoy aquella panadería? Las pérdidas, los triunfos. Ha sido, la suya, una historia intensa, llena de vivencias, por eso se siente satisfecho.

Un monólogo con el público asaltado de cuando en cuando por incisos cómicos que rompen la seriedad, el dramatismo, como la historia del pez que se ahoga, consiguiendo un resultado cómodo, tierno, agradable, el monólogo de un amigo que se despide para siempre y busca resumir lo imposible. Entrañable. Porque todo lo cuenta Charlie en un susurro, al oído de cada uno de los espectadores, desde una postura intensamente relajada, vencedora a pesar de considerarse un derrotado; no es un banco de una calle imaginaria en el escenario de un rincón del mundo. Es el sofá de su casa, donde nos ha acogido para contarnos cosas importantes, así, como sin darles importancia.

Charlie

Tal vez lo mejor, lo que uno se queda saboreando cuando ya todo termina y se ha hecho la poderosa luz que deslumbra, es lo que recuerda Pablo Tercero en un comentario en el facebook de Charlie: «¿Acaso no era posible que yo volase?; fue casi una reacción inmediata, fui hasta la puerta de la calle, me quedé mirando ese espacio gigantesco que era el resto del mundo y, la verdad, tuve miedo. De un corto vuelo llegué a la esquina y me quedé observando como nadie, ninguno de los que pasaba a mi lado, se elevaba ni un centímetro del suelo y supe que yo no quería ser igual.»  Y eso porque “¿Qué hace un pájaro que no tiene espacio para volar? ¿De qué sirven las alas si están siempre pegadas al cuerpo?” Porque para hablar de él nos habla de aquel canario al que abrió la puerta de su jaula y tardó en salir para luego irse sin dar la vuelta, cantando distinto. Bueno, en realidad está musitando, casi balbuceando de la vida del personaje (¿o es Charlie?), intensamente porque merece la pena alcanzar el final con las alas desplegadas.

Una sensación entre congoja y libertad respira uno cuando sale a la calle. Gozoso, pleno, riendo a la vida. Ha sido una experiencia de las que se le clavan a uno en el alma. Gracias, Charlie.

De repente la luz.

De veras, no os  perdáis El último viaje de Charlie Levi Leroy.

6 comentarios en «El último viaje de Charlie Levi Leroy»

  1. Gracias en mi nombre y en nombre de todos Charlies que se encuentran, como yo, en el último viaje,cuando olvidas hasta tu nombre y recuerdas el pasado en todos sus detalles, volviendo a vivir cada momento, cada situación. Cuando nada frena tus sentimientos ni tus palabras. Cuando vives cada instante con intensidad por que el tiempo se te acaba. Cuando amas cuanto te rodea y rechazas la injusticia sin que nadie apague tu voz por que ya no tienes miedo, ni temor al ridículo. Cuando sientes deseos de amar y ser amado. Cuando quisieras volver a aquellos momentos del pasado cuando nada tenías y todo lo dabas.Cuando los niños eran felices jugando con una pelota hecha con papel de periódico o una muñeca de trapos rodeando una patata de la cocina. cuando las madres cantaban en la cocina o un cantaor se paraba ante el balcón y se arrancaba por fandangos.

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