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La pelea por lo urgente

Así nos quieren pequeña

Reconozco que puede ser tan sólo una sensación, pero me parece que antes peleábamos por cuestiones que ahora hemos tenido que situar en un segundo plano, porque se ha impuesto el anhelo acuciante de dos conquistas elementales, la palabra libre y la defensa de la vida cotidiana.

Naturalmente, no se trata de que no esté en la agenda o de que se haya decidido que ahora no toca, que es lo que dicen los políticos, como eufemismo para ocultar que, en realidad, lo que están pensando es: «ahora no me conviene hablar de esto de lo otro». Sino que el deterioro democrático y  de la calidad de vida alcanzado hasta hace cuatro o cinco años, impone como prioridad la lucha por esas cuestiones esenciales, que antes no destacaban tan evidentes.

Nos han educado, y pretenden mantenernos en esa interesada creencia, en la perspectiva de que democracia es sinónimo de tener la capacidad de votar cada cuatro años. Nos han educado y pretenden que asumamos que hay libertad exclusivamente para hablar de todo lo que ellos quieren que se hable, pero no de alguna otra cosa.

Todos los días nos escupen, nos complacen, nos emplazan, nos limitan a votar cada cuatro años para resolver cualquier mal, así se quitan de en medio la urgente reivindicación que se lleva haciendo años desde la calle de que nuestro país entre decididamente y de una vez en una democracia participativa.

Todo lo resuelven diciendo que esto es una democracia, porque no se atreven a decir que esto es el paraíso. Pues de serlo se trata de una democracia radicalmente corta. Y, quieran o no aceptarlo, cada vez hay más signos de que, aceptando que lo sea, se trata de una democracia alejada de los ciudadanos, de una democracia asentada en corrupción y mentiras, de una democracia alentada y manejada por intereses (económicos) ocultos. Una democracia como la clásica, sólo para la élite, no para los vasallos, el pueblo o los esclavos.

Pues eso es lo que nos domina en la actualidad: conquistar la voz, la palabra, no la que nos dan, que está mediatizada, coartada, manipulada, y sólo nos permiten ejercerla cada cuatro años con un voto a representantes que no lo son. Sino la palabra para decidir sobre asuntos de gran trascendencia, como el modelo de estado o la jefatura del estado, para reformar la Constitución, para que escuchen nuestras iniciativas en los municipios, en las comunidades autónomas, para sacar del poder a quien lo ha usado a su conveniencia, incumpliendo sistemáticamente su programa electoral, o adoptando medidas en contra de una mayoría, etc. No tenemos la palabra, no parece que la hayamos tenido nunca, es cierto, pero tal vez antes nos conformábamos, y ahora no. Ahora exigimos lo que nos corresponde.

E incluso antes de ese pelea por la palabra, que es también la defensa por la libertad de expresión (¡parece mentira!) y la defensa porque la palabra de la Constitución se cumpla en todo y no sólo en lo que les interesa a ellos, está la defensa por la supervivencia. La defensa de lo que incluso forma parte de esa letra constitucional: la defensa de nuestra vivienda, del trabajo, de los derechos sindicales, del arrebatado nivel de la sociedad del bienestar que hemos llegado a tener y del que ya nos hemos olvidado. La defensa ante la mentira y la burla cotidiana que desde el poder mantienen día a día contra las clases populares (esta broma de reforma fiscal vuelve a atacar en primer lugar a los más desfavorecidos.. ¡a los que pierden su empleo haciéndoles cotizar por su indemnización, que recortada y dificultada es lo poco que les queda!)

Sí, recordemos que antes estábamos por la separación Iglesia Estado, por acabar por los privilegios de ese pilar espiritual del poder más terrenal, por ampliar los derechos civiles de los distintos, por mejorar la atención a los más desfavorecidos, por eliminar estructuras inútiles del poder, como las diputaciones, por ordenar y regular ese mundo nuevo que es Internet y que hace daño a muchos sectores. No digo que esas peleas no sigan presentes, como por ejemplo la lucha por tener la capacidad de elegir entre Monarquía y República, claro que no, sobre todo ahora que la agenda también la marcamos nosotros, o lo intentamos al menos, sino que hay cuestiones de una mayor perentoriedad.

En las prioridades, me parece que están a la cabeza la voz en libertad y la recuperación de la dignidad en la vida cotidiana.

 

(La foto es de un cartel que durante un tiempo estuvo colgado a la entrada de ese espacio de libertad de la sierra que es La Fábrika)

4 comentarios en «La pelea por lo urgente»

  1. Muy de acuerdo contigo. En relación al asunto de la monarquía, republicana como soy, en estos momentos me importa relativamente; es decir, pienso que todo queda englobado en la reforma de la constitución, desde ese asunto hasta el estado federal, que acabaría con tanta tri/plicidad de instituciones, etc. Pero ahora es tan acuciante la defensa de lo más obvio -el aborto, las nóminas, la destrucción de empleo y el abuso descarado de la violencia de este gobierno, así como las majaderíasy robos en combinación con la iglesia- que, la verdad, Víctor, creo que estamos desfondados. Hay que estar en lo más apremiante, aunque yo creo que a medio plazo el sistema está cayendo;parece que es el planeta el que no lo soporta. A ver si va a venir por ahí el desplome capitalista. (Igual es sarta de tonterías la que escribo). Besos.

    1. Si está cayendo, Verónica, al menos parece estar dando muestras de agotamiento, aunque el capitalismo tiene todos los medios para renovarse, desgraciadamente, si bien puede terminar devorándose a sí mismo por su voracidad egoísta. Un beso

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