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Lloro por Bruselas y por lo demás

(Sé que hace tiempo de tan terrible suceso, pero un okupa de los malos no me ha permitido antes compartir esta reflexión, y ahora que he recuperado mi personalidad no quería dejar de hacerlo)

Un nuevo y tremendo doble atentado en Bruselas. Y la evidencia inmediatamente posterior de que no puede darse la «unidad de los demócratas» que piden algunos; aquí en España, por ejemplo, el Partido Popular, con su acento sectario.

Un nuevo trallazo dramático ha asolado a los pueblos del mundo. Porque no comparto la opinión de quien declara que los atentados de Bruselas han atacado al corazón de Europa, a la democracia y a la libertad. Yo soy de los que no saben bien qué es eso de Europa, a veces no sé qué es eso de la democracia, en todo caso sería algo que no me gusta de la forma en que le gusta a otros. Soy de los que piensan que es un ataque contra los pueblos que en el mundo quieren vivir pacíficamente, siendo dueños de su propio destino. Y ahí empiezan las diferencias en el seno de «nuestra civilización», porque si la bestialidad indiscriminada no tiene la menor justificación, lo cierto es que la llamada a la unidad frente al terrorismo que hacen determinadas fuerzas políticas me suena a vacío, a hueco, a hipocresía y a falacia.

Aclarando que los criminales exactamente lo que quieren atacar es a Europa, a Estados Unidos, al Occidente en general, la civilización enemiga, que se ha ganado tal consideración a base de muchos esfuerzos.

Lo que ha ocurrido en Bruselas ha sido escalofriante, y el mundo de la comunicación, las autoridades, la solidaridad, se ha volcado con lo sucedido. Algo que no ha ocurrido con lo que está pasando (igualmente escalofriante) por culpa de la diáspora generada por las guerras en varios países del Oriente. Con las guerras en sí mismas. Con lo que pasa en otras latitudes del globo terráqueo. Eso ocurre por culpa del eurocentrismo, de esa mirada egocéntrica de este Occidente ciego, sordo y mudo, sólo aprovechado.

Y las voces que suenan únicamente reclaman unidad, insistencia en la seguridad, información privilegiada compartida entre los distintos países, etc.

Sí, hay que fortalecer las medidas de seguridad para procurar evitar que sigan sucediéndose actos criminales, y todo lo demás. Desde luego. Pero también hay que tener en la cabeza que el comportamiento histórico de la «civilización occidental» alimenta el odio, es el caldo de cultivo para que aparezcan, afortunadamente, muchas formas de oposición, de denuncia, de crítica y, también y, muy desgraciadamente, de violencia. Porque representa falta de respeto, de comprensión, representa utilización de sus riquezas, violación de sus señas de identidad, etc.

Don Mariano Rajoy, ese presidente en funciones que tiene España sigue siendo el que era: un impresentable canalla (en el sentido político, no vaya a creerse la fiscalía que aquí hay delito) y sale inmediatamente a decir que: «Aquí lo más importante es tener los objetivos muy claros, procurar que todos estemos todos unidos, si alguna vez hay algún fallo tratar de comprenderlo y, sobre todo, perseverar…» Pero, naturalmente, no dice los objetivos, aunque pueden estar más focalizados cuando añade que «España lo que tiene que hacer es mantener la unidad de todas la fuerzas políticas contra el terrorismo», haciendo a continuación un llamamiento a «no criticar ninguna de las medidas que se puedan hacer para incrementar la seguridad como el cierre de fronteras». Sí, está loco este señor, ¡indignante! Ya lo ha vuelto a hacer, ha vuelto a confundir terroristas con refugiados o con emigrantes o con quienes profesan la misma religión en la que los asesinos también dicen ampararse. Y es que sus objetivos es la eliminación del contrario, en la filosofía que parecía ya enterrada en la Historia. Mi objetivo es otro: facilitar el desarrollo de la región en la medida en que ellos lo necesiten.

Entonces es cuando recuerdo mi asistencia a la manifestación de duelo por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, que congregó a todas las fuerzas políticas. Me prometí no volver a una manifestación parecida, porque me sentí, como muchos otros, fuera de juego, escuchando consignas y gritos que me asqueaban. Y es que no tenía nada que ver con algunas organizaciones, muy especialmente nada que ver con el PP. A uno le puede doler la muerte de alguien, pero de otra manera, entendiendo causas y consecuencias como las entienden otros, siempre depende de la perspectiva vital de cada persona, su concepción del mundo, de la vida.

Y claro, me carcajeo (preocupo, indigno…) cuando el portavoz del PP en el Congreso habla de “La defensa de nuestro modelo de convivencia». Ahí no coincidimos tampoco, él se refiere a su modelo de convivencia,  con el que yo no quiero saber nada: el de hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, el de todos somos iguales, pero unos más iguales que otros, el de la barbarie contra los refugiados, el maltrato a los distintos, el de la soberanía popular residiendo en la Bolsa y en los beneficios del IBEX35, la vida cotidiana regida por la comunicación del asco y la amenaza del miedo. Su modelo de convivencia, el modelo de convivencia del PP sólo maneja las víctimas, la solidaridad, el hambre, el miedo, la libertad y todo lo demás a su antojo y a su conveniencia. Y yo eso no lo comparto.

Sí, hay que mantener la guerra contra el terrorismo. Hay que ser más eficaces en su represión, pero no tomarlo como coartada para recortar las libertades de los ciudadanos. Por ejemplo. No sólo se combate con policías y con leyes de seguridad. Y desde luego no se combate con alambradas, ni con fanatismo, ni con mentiras, ni con intereses económicos de alto standing; se combate también con solidaridad de la buena (que hay que ponerle adjetivos a los conceptos, aunque ellos también se los apropien), con la comprensión del diferente, con el respeto a las otras culturas con las que tenemos que convivir, con los derechos humanos, con el fin del imperialismo atroz al que están sometidos tantos países por parte de Estados Unidos, o Rusia o Europa…

Lloro por las víctimas de los atentados de Bruselas, como lloro por los millones de refugiados, por las gentes enterradas en el Mar Mediterráneo, por las víctimas de las guerras económicas, algunas con apariencia religiosa. Lloro por la tragedia que se reparte en mil focos de la geografía planetaria. Grito contra el terrorismo, pero también contra el terrorismo de los estados en forma de salario mínimo, de un ejército de parados, de pensamiento único, contra la Europa de los comerciantes, de asesinos de gentes que huyen buscando la paz o la comida, contra los medios de desinformación y envilecimiento masivos. Sí, estoy contra todos ellos. A lo mejor por eso me tachen de antipatriota. Con orgullo, porque esa patria, para ellos. Esa unidad para ellos. Yo tengo otros «objetivos» muy claros.

Y no me lo voy a callar: ¡qué bien les ha venido a los gobernantes europeos este atentado. Justo cuando en las fronteras calientes se viven jornadas sangrantes, con las ong’s obligadas a retirarse! Y si no, enteraros de las palabras del presidente polaco, ya ha renunciado a acoger el número prometido de refugiados.

3 comentarios en «Lloro por Bruselas y por lo demás»

  1. En esos días para mí fue bastante complicadito mantener la cabeza fría; pero no por el atentado sino por la cantidad de MEMOS de un signo y otro que tuve que empezar a leer- digo empezar porque me auto exilié pronto a mi interior y pasé de respuestas- sobre el tema.
    Memos del maniqueismo. Me explico; venían a decir que si condenaba Bruselas estoy obligadísima a condenar «todo lo demás»; la respuesta mía, sincera- y siento si soy dura- es que sí, que lo condeno, pero que para mí queda mucho más lejano.
    La otra posición asquerosa es la del «los musulmanes son terroristas». Y yo pensaba en La Alhambra, Granada, y así siguiendo.

    Yo no tengo ni tanta vida ni tanto tiempo ni tanto interés, ni tanta salud como para dedicarme a condenar y sentirme doloridísima por cada atentado bestial que hay en el mundo. No haría otra cosa durante todo el día. Naturalmente que las muertes injustas son terribles; en cualquier lugar; porque muere gente inocente. Pero a mí personalmente me afectan más unas que otras; lo dije y casi me mandan a la guardia civil caminera aparte de llamarme fascista.
    Y estoy pelín cansada, Víctor. Estoy de acuerdo en lo que dices, pero me ha enseñado mucho a nivel personal lo de Bruselas; diga lo que diga siempre habrá un «contrario» que coloque el dedo justiciero sobre mi cabeza ante un atentado o similar y diga que «y tú, ¿lo otro no lo sientes?»…
    A partir de ahora, diré aquello que sienta si lo siento, como siempre, pero pasaré absolutamennte de explicar o justificar o matizar.

    Ni salud ni ganas tengo.
    Un abrazo grande.

  2. ¡Qué sorpresa, Víctor!
    Yo estoy indignada con la actitud europea hacia los refugiados, cada día más dura, más indigna. Me dicen que tenga más cuidado con mis palabras, pero, a mi edad no puedo callar. Ya no tengo nada que perder. Yo fui evacuada de guerra. Mi padre un exiliado más. No puedo leer o escuchar cómo se trata a seres humanos que huyen de su país por que ya no tienen país.Han perdido todo. Merecen un respeto como seres humanos que son. No los conviertan en enemigos.Denles la mano, señores europeos.

    Dentro de unos días, habrá un acto en Villalba por los refugiados en el que colaboraré. Estamos preparando también una edición de «niños en la guerra» para ayudar en lo que se pueda. Os avisaré.

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