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Whitby gótico

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Whitby es una ciudad de poco más de trece mil habitantes situada en la costa del nordeste de Inglaterra, que mira a Dinamarca, en la desembocadura del río Esk. Una ciudad preciosa que cuenta con varios alicientes que fortalecen su idiosincrasia turística, además de su dedicación a la pesca. Ciudad a la que están ligados dos nombres: Drácula y capitán Cook.

El curso del río quiebra la tierra en un valle que al llegar al mar construye acantilados a ambos lados de su orilla. En el de levante hay un conjunto encantador y misterioso formado por la abadía, de la que sólo permanece un esqueleto que, en la distancia, es de una magnificencia hermosísima, regentada en su día por Hilda, que luego hicieron santa; junto a ese esqueleto está la iglesia de Saint Mary, y un cementerio que la rodea, y que se muestra como un parque sereno en el borde del acantilado, y de allí se baja al centro por los famosos 199 escalones.

Un paraje imponente.

Whitby está marcado, además de por su propia historia y por su dibujo y composición, y por su fish and chips típico, por dos personajes a los que sus habitantes han sabido sacar un buen partido: Drácula, porque Bram Stoker veraneaba allí, y algunos momentos de su obra maestra están localizados en el entorno, para empezar porque es allí donde atraca la goleta rusa Démeter, donde viaja el sepulcro-residencia del primer vampiro de la historia. Y el capitán Cook, casi gloria nacional que cartografiara una costa del Canadá, y perfilara Australia y algunas islas, demostrando que no existía el famoso continente sur que algunos de empecinaban en marcar. Si el capitán Cook no es una gran gloria nacional es por no haber sido almirante, como Nelson, por ejemplo, pero sí muy reconocido como descubridor.

Pues durante dos fines de semana al año hay una cita gótica que revuelve la ciudad entera. El segundo acaba de suceder, es el que se celebra por el día de los muertos, como no podía ser de otra manera.

No podía asombrar entonces encontrarte con la mismísima muerte, con su guadaña y todo, al torcer una calle. O de repente alguien te atraca con un trabuco en la puerta de una tienda. Dos brujas, hasta con su escoba una de ellas, contemplando sorprendidas un escaparate. Pero sobre todo mucha gente vestidos de época, victoriana y anterior. Otros mucho más friquis, disfrazados de sus personajes preferidos, de Batman, por supuesto, de personajes de la Guerra de las Galaxias, oficiales de la Primera Guerra Mundial. Caballeros, señoras, putas, piratas. Drácula presente.

Mujeres con corpiños rojos o negros, vestidos de raso oscuro, siempre oscuro casi negro, con faldas voladas que dejan ver sus muslos, pero seguro que no ejercen, van junto a sus maridos, con monóculos, sombreros, bastones, pelucas, gafas de motoristas del siglo XIX, alfileres gigantes, chaqués o chaquetones hasta los pies; otros mezclan sus atuendos con la estudiada composición de elementos de terror, o simplemente raros: llevan catalejos, cadenas, cámaras de fotos antiguas, esqueletos montados en sus hombros. Botas de caña alta, con engarces, hebillas. Guantes con tachuelas. Anillos en todos los dedos, medallones. Gasas, tules. Botas enormes, altísimas, con plataformas, para hombres y para mujeres.

Un puesto de chiles, con el agravante de un esqueleto en el expositor, porque las tiendas, todos en Whiyby agradecen el negocio extra y se preparan adornando oportunamente escaparates e interiores. Frente a un mar salvaje enfurecido porque eran días de un tiempo de los demonios, con lluvia intermitente, mucho viento.

Todas las calles inundadas de personajes singulares. Con máscaras, con antifaces. Señoras con sombreros estrambóticos. Labios pintados de negro o de azul. En ocasiones quien te hace estremecer apenas tiene algún retoque de su apariencia y su indumentaria habitual, sin embargo el vampirismo lo lleva dentro, con una palidez natural, un pelo lacio caído como una cortina, perfilándole los lados de un rostro alargado y unos ojos hundidos, subrayados con una línea negra.

Sí, había un par de conciertos con grupos heavy relacionados con lo gótico, y dos o tres lugares con mercadillo de productos de lo que corresponde, pero sobre todo la idea del fin de semana es dejarse ver, procurar una fotografía exclusiva, o una buena colección de ellas. Incluso hay concursos oficiales para encontrar el mejor maquillaje, el disfraz más apropiado. Y sobre todo reunirse con gentes de similares gustos. Ponga una calavera en su vida, ése sería el lema del carnaval de ese fin de semana en Whitby, o una sonrisa macabra.

Un carnaval del terror de plástico y del friquismo. Una verdadera invasión turística. Un lugar, un ambiente, sugerente para escribir una novela gótica.

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