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La novia gitana, la gran sensación de este año en novela negra

Carmen Mola es un pseudónimo que esconde un autor o una autora, o puede que un colectivo. ¿Nos importa? Estaría bien saber de quién se trata, pero lo que sobre todo importa es que La novia gitana, publicada por Alfaguara, es una magnífica novela, que ha tenido el éxito que se merecía.

Cuando una novela cae bien, se disparan los adjetivos, convirtiéndola en un éxito sin paliativos. Lo cierto es que a mí me ha parecido una historia muy bien tramada, con el ritmo propio de las mejores novelas policiacas, o criminales, con el vértigo que conviene imprimir a los finales bien construidos. Un novelón. Nos inflamamos cuando lo pasamos bien leyendo. Y porque también, la publicidad se ha construido de manera bien efectiva. Lo de no tener una cara detrás de la obra, ayuda mucho. Pero la verdad, repito, he disfrutado con su lectura, y comprendo los excesos, que nacen de una calidad nada discutible.

Sí, todo es bueno. La historia: Tras su fiesta de despedida de soltera, aparece el cadáver de Susana Macaya, de padre gitano pero educada como paya, en la Quinta de Vista Alegre del madrileño barrio de Carabanchel. Parece que la víctima haya sido torturada siguiendo un ritual insólito y atroz, precisamente el mismo que sufrió su hermana Lara siete años atrás, igualmente en vísperas de su boda. El asesino de Lara cumple condena desde entonces, por lo que solo cabe que alguien haya imitado el método para matar a la hermana pequeña, que haya sido un encargo o que haya un inocente encarcelado.

Algo más: la novela está dividida en cinco partes, y cada una de ellas se inicia con el relato de un niño, encerrado en un lugar inhóspito y oscuro donde sufre de lo suyo. Un relato que se explica al final.

El crimen, y tal vez aquel otro de la hermana, va a ser investigados por la Brigada de Análisis de Casos (BAC), con la inspectora Elena Blanco al mando. Y su equipo: Chesca, Ordoño, Mariajo y Buendía; además del subinspector Zárate.

Llena la novela de subtramas: la historia de la inspectora con el policía de barrio, la preocupación de éste por defender a su maestro y por quedarse en el BAC, la historía íntima de Elena, de su sufrimiento, de su comportamiento que se va a ir conociendo en el transcurso de la novela, la historia del niño torturado… Todo bien interesante.

Otro de los elementos magníficos de la novela, los personajes:

Elena Blanco, próxima a los cincuenta, cumple las normas a rajatabla, que le gustan los coches de coleccionista, es adicta a la grappa y al karaoke, se folla a tíos propietarios de todoterrenos en un parking determinado, y le ha sucedido algo traumático que llegaremos a conocer con detalle. Es un personaje fantástico, perfectamente dibujado, de los más atractivos que yo he leído. Pero también existen otros, como Zárate, un policía de la comisaría de Carabanchel al que ficha Elena para investigar este caso concreto por ser el primero en llegar a la escena del crimen, y porque descubre en él a un buen policía, con iniciativa; es el contrapunto de la jefa, porque a él no le importa saltarse las reglas. También Mariajo, una sexagenaria que es la hacker del grupo; Rentero, el jefe de Elena. Y Miguel Vistas, el condenado por el asesinato de Lara, y los padres de las dos hermanas, y el hermano del padre, un gitano jefe de clan.

¡Qué perfectamente creíbles son todos los personajes! Y si una buena trama es esencial, también lo son los personajes. Si a estos dos elementos añadimos los temas que están presentes en la historia: la violencia de género, la pornografía infantil y su mundo despiadado, las diferencias entre cultura paya y cultura gitana, con los prejuicios respecto a la segunda, la cárcel, la homosexualidad….

Por eso el comisario Rentero ha decidido apartar a Zárate del caso y encargárselo a la veterana Blanco, una mujer peculiar y solitaria, amante de la grappa, el karaoke, los coches de coleccionista y las relaciones sexuales en todoterrenos. Una policía vulnerable, que se mantiene en el cuerpo para no olvidar que en su vida existe un caso pendiente, que no ha podido cerrar.

Investigar a una persona implica conocerla, descubrir sus secretos y contradicciones, su historia. En el caso de Lara y Susana, Elena Blanco debe asomarse a la vida de unos gitanos que han renunciado a sus costumbres para integrarse en la sociedad y a la de otros que no se lo perdonan, y levantar cada velo para descubrir quién pudo vengarse con tanta saña de ambas novias gitanas.

Me parece, además, que la autora, o el autor, o quien esté detrás de esta magnífica novela, se inventa cosas como esa misma Brigada de Análisis de Casos, un departamento creado para resolver los crímenes más complicados y abyectos, que tal vez recuerde aquella Brigada de Análisis y Revisión de Casos de la Policía Nacional, que tuvo un par de años de controvertida existencia.

Una construcción de trama irreprochable, unas personajes de carne y hueso de los que te enamoras o que detestas, un ritmo perfectamente calculado (aunque haya salido espontaneo, lo cual dice mucho de la calidad del autor, o autora). un perfecto encaje de las pistas y una resolución verosímil y sorprendente. La publicidad señala que recuerda a Dolores Redondo, Pierre Lemaitre y Luca D’Andrea. No. Es mucho mejor que Dolores Redondo, pero a una gran distancia, aunque ésta ha ido mejorando desde sus inicios. Y en general, sí, lo que está es al nivel de los grandes creadores del género.

Magnífica. Y eso que «En Madrid se mata poco». Además, está el misterio de a quién esconde el nombre de Carmen Mola, pero ésa es otra historia.

1 comentario en «La novia gitana, la gran sensación de este año en novela negra»

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