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No apagues la luz, de Bernard Minier: para temblar

Permitirme que empiece por la frase que me ha salido espontánea al ponerme a pensar en comentar esta pieza de novelón fantástico que me acabo de tragar sin pausa, casi sin aliento: ¡Joder, qué buena!

Al poco rato de comenzar a leer No apagues la luz, de Bernard Minier, tuve la sensación de que iba a tener que comentar lo que para mi gusto es un error, al menos en ocasiones: la minuciosidad, el exceso de rodeos o de interferencias superfluas para el relato, al menos en lo que la novela negra se refiere. Aquello que se dice de que “le han sobrado tantas páginas”. Pero en este caso fue una primera sensación, devenida falsa, carente de fundamento. Incluso lo que pudo parecerme tal cosa, con el paso de las páginas se fue consolidando como una necesidad, un estilo preciso para una historia como la que estaba contándome el autor.

Minier, guiado por su comandante Martin Servaz, logra una trama y un ambiente que clava al mejor thriller psicológico. En esta novela, la tercera del ciclo ( yson las anteriores), Minier saca a Servaz de un centro de reposo para policías donde se sobrepone de un duro golpe, porque que a uno le envíen el corazón de su persona amada en una cajita no es para menos, con el argumento de que alguien le manda la llave de la habitación de un hotel. Y precisamente va a ser el nuevo caso, que no puede resolver oficialmente porque sigue de baja, lo que le anima a recuperar las ganas de vivir.

Si el relato es vertiginoso, intensísimo, hay un momento realmente genial. Va alternando dos de los relatos que ya hemos conocido a lo largo de las páginas anteriores, el uno referido al curso de la investigación del comandante, que ha descubierto la escritura de un diario supuestamente esclarecedor, mientras algo le está sucediendo en ese mismo instante a la protagonista femenina de la historia, también en la habitación de un hotel. Es un paralelo magistralmente entreverado, que pone en tensión toda la sensibilidad del lector. Espectacular. De veras, ya es en la segunda parte, y para entonces uno comprende que lo que tiene en las manos es una novela asombrosa, perfectamente diseñada y febrilmente inquietante.

Bernard Minier dijo una vez que «Las novelas que no tratan de los peligros que amenazan a la sociedad en la que vivimos no me interesan». Por eso hace de su escritura un medio para hacer reflexionar al lector sobre una sociedad marcada por una creciente violencia y azotada por los desequilibrios mentales, donde los miedos del individuo se sueltan de cualquier atadura, y hurga en formas de abuso cotidianas, como la dominación psicológica del otro o los celos patológicos, etc.

Es crucial tener en cuenta que nada es lo que parece, y eso el lector lo sabe en toda su plenitud solo al final, al que es conducido por quiebros sorprendentes y absolutamente creíbles, mediante personajes peculiares, ambientes marcados por el desasosiego y la confusión que provoca el que nada está inventado.

Se han dicho adjetivos y calificaciones que comparto: una cuidada composición de personajes, ambientes desasosegantes, tramas que aceleran el pulso, un don para hacer trizas cualquier expectativa del lector, atmósferas opresivas, thriller con los acosos, las mentiras, el maltrato, la violencia y la desesperación como grandes temas… fascinante.

El propio autor ha comentado que actualmente el género negro en Francia se caracteriza por  «la cantidad y la diversidad de talentos (unos confirmados, otros aún imperfectos, balbucientes, pero prometedores) y su constante renovación». Pues esa pujanza, y la recuperación magistral del noir, se personifica en Minier como el mejor ejemplo de un panorama vivo e híbrido, donde las fronteras del género desaparecen para dar paso a una literatura viva, poderosa. Ha fusionado los motivos y ambientes de la novela negra como del thriller, contribuyendo con gran interés y acierto a renovar las leyes de ambos géneros en el panorama narrativo europeo.

Bernard Minier nació en Béziers en 1960 y pasó su infancia en Montréjeau, al pie de los Pirineos, enclave en el que ha ambientado parcialmente sus libros. Realizó estudios de Medicina y trabajó para el Servicio de Aduanas de su país antes de volcarse en la escritura y convertirse en una de las grandes figuras del nuevo thriller psicológico francés. Con No apagues la luz, Minier prosigue con la serie dedicada al comandante Servaz, un notable éxito de ventas en su país que se ha traducido a varios idiomas.

Recomendable no leer la novela al acostarte, porque tal vez al apagar la luz tengas pesadillas. O sí, pero entonces dormirás con un ojo abierto. Je je. Apasionante de verdad.

No apagues la luz. Salamandra Black. Traducción del francés de Dolors Gallart.

5 comentarios en «No apagues la luz, de Bernard Minier: para temblar»

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