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Santa Fiesta, esa España cruel

He visto la película documental Santa Fiesta, dirigida por Miguel Ángel Rolland. Y aunque es del año pasado, no quiero dejar de comentarla. Porque reconozco que me ha conmocionado. Debería ser obligatoria en colegios, televisiones, bares, estadios, monitores del metro, saunas, etc. Nos enseña el alma chula y cobarde de esa otra España que (seguramente) es la base de nuestro infame sistema político actual, y que produce gobiernos sordos y ciegos ante las distintas realidades del país, por ejemplo.

No es una película sobre el maltrato animal. Perdón, no sólo es eso, que también, claro. Es mucho más profundo lo que cuenta. Lo hace sin palabras, sólo con la cámara como testigo. Y no se centra en el dolor de los animales, lo que le importa es lo que rodea ese dolor, contrastado y perfectamente sabido para quien quiera reconocerlo. Lo que busca es describir la violencia de la canalla enfurecida por el olor a sangre.

Nos cuentan en la página web de la película que “Cada año, se organizan en España unas 16.000 fiestas populares en las que se utilizan animales. En honor a la Virgen y a los Santos, y con la bendición de las autoridades religiosas y civiles, poblaciones enteras, niños incluidos, participan en fiestas de una crueldad inaudita. 60.000 animales son así maltratados cada año durante las “Fiestas de Sangre”.

No se trata solamente de toros embolados (se les colocan dos bolas de fuego en las astas), ensogados, acuchillados, heridos con dardos o arrojados al agua; sino también del maltrato de palomas, ratas, cerdos, gansos, ocas, caballos e incluso hormigas. La tradición bárbara es diversa y se extiende por toda la geografía española. Se baila, se bebe, se ríe, se celebra la vida de las gentes y la muerte de los animales, ante la complicidad callada de párrocos, entre oraciones y procesiones místicas.”

Al comienzo me pareció que la primera secuencia era demasiado larga, pero luego comprendí la intención de detenerse en los detalles preparativos para la función que iba a seguir. La de esa España cruel. También todo santificado por una iglesia que nada tiene que ver con la fe, ni con la que se no dice que es su verdadera naturaleza, sino que es la descendiente directa de la iglesia que cobijó al franquismo bajo sus palios, en muchos casos ejerciendo directamente la represión. Y regado con abundante alcohol. Porque eso hace hombres y mujeres como tienen que ser los hombres y las mujeres; de ahí que todas las fiestas patronales, por ejemplo, sean, en general, una cariñosa invitación al alcoholismo y al embrutecimiento.

Son chulos, son señoritos andaluces, o valencianos, o castellanos, o de cualquier rincón de esta sufriente piel de toro. Son golfos antes que otra cosa, y sobre todo son masa. Incluso pobres diablos, sólo hay que fijarse en las escenas que nos los muestran individualmente, con sus reacciones. A muchos no se les desata esa violencia carnicera por tradición, por naturaleza, por mala educación, sino simplemente porque se convierten en masa. Masa enloquecida.

Provoca un profundo dolor entender que lo que se ve en Santa Fiesta es una parte de nuestra patria, y que quien actúa así no es extraño que maltrate a su mujer, que no respete al contrario, que quiera imponer su ley a sangre y fuego. Recuerda terriblemente a las representaciones de la antigua Roma, sólo que aquí no se hacen duelos hombre a hombre, sino que se fomenta destruir al débil de la cadena. ¿Desaparecerán pronto esas maneras bestiales de diversión, o seguirán siendo las autoridades tan canallas como para seguir alentándolas o no siendo capaces de enfrentarse al delirio colectivo que quiere sangre?

Da miedo, mucho miedo, saber que esos también son compatriotas míos. No, no lo son, mi España es otra.

Tráiler oficial

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