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Chapapote

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Parece un eslogan para repetir en una manifestación de no se sabe qué: Que no, que no hay responsables, que no, que no hay responsables, que son, que son inocentes, que son. En realidad no es un eslogan, es la losa que machaca a la población española en este tiempo, quiera darse cuenta o no, reaccione o no, salga a la calle para quitársela de encima o no.

Nadie es responsable de nada. Y todos los días hay chapapote.


Muere gente en el Madrid Arena y no hay responsables (sólo una dimisión muy digna para intentar tapar la boca a las familias de las víctimas). Muere mucha gente en el Alvia Madrid Ferrol y la culpa la tiene, como mucho, el conductor, que no ha tenido en cuenta que era una curva excesivamente peligrosa, que era un tramo que no estaba hecho para la alta velocidad, etc. Hay decenas y decenas de millones de euros estafados robados de la caja común de los españoles y ni se hace nada por recuperarlos ni tampoco los ha estafado robado nadie. Muere gente en el metro de Valencia y nadie es responsable. La gente se suicida porque les quitan la casa y se premia a los culpables dándoles dinero. El Partido Popular nos está robando el patrimonio de la comunidad que se nombra pueblo español, como ya empezara a hacer el Partido Socialista, y ni siquiera se puede gritar todo lo alto que uno puede el nombre de los responsables. Los gobiernos nos meten en guerras que no nos importan, que no están claras, que sólo interesan a los Estados Unidos y a las empresas transnacionales, y nadie es culpable, y si lo es, no va a pagar jamás por su responsabilidad. Hay cada vez más pobres en las calles y la solución es hacerlos desaparecer para no crear mala imagen. Los ministros españoles, una y otra vez meten la pata groseramente y ni siquiera el jefe les echa una reprimenda.

Ya ni me acuerdo, o ya ni recordar quiero, pero me han asfixiado con chapapote irresponsable y canalla, nos han embarrado hasta el punto de que una pala más de mierda ni nos afecta. Con tal cantidad de incapacidades, ataques al colectivo, mentiras, cinismo, intereses podridos, mezquindades y no sé cuántos males más nos vamos empobreciendo cada día un poco más, nos emputecemos a cada minuto una desesperación mayor.

Ya no se trata de que este gobierno sea de derechas, conservador y altamente reaccionario, compañero de calle del sector más recalcitrante del empresariado y de la iglesia católica. Es que no están destrozando el país, y lo hacen con absoluta impunidad, bajo los ojos asombrados, como mucho, de la oposición parlamentaria, y con una calle desvaída, despistada, que carece de referentes en los que confiar.

Podemos seguir gritando en pequeños grupos que Sí se puede o que Nunca mais, para reconfortarnos entre los pocos que mantenemos cierta dignidad, pero lo cierto es que nos deslizamos desbocados por una pendiente al abismo y no se vislumbra freno a tanta maldad, ante tanto absurdo, ante tanto interés en emponzoñar la división entre ricos y pobres en que se han propuesto dividir nuestra sociedad, ante tanta barbarie.
¿Se nota verdad? ¿A que se nota que se me ha reverdecido la indignación, el asco, pero también el hastío y la desmoralización?

Porque en todo esto, que es tragedia para cientos de miles de familias, hay momentos culminantes, hay cimas de decepción insuperable. Unas de esas cúspides es ver cómo aquel magnífico desastre del Prestige no tiene responsables penales.

No voy a contar lo que todo el mundo sabe, que hubo decisiones tomadas por responsables políticos que provocaron la hecatombe. Que no es que no haya responsables, es que hay un buen puñado, demasiados. Responsables no: culpables. Culpables de aquello y de esto, de todo lo que nos pasa a diario, del desastre en el que están convirtiendo nuestras vidas. Culpables que van a seguir impunes, por unos medios o por otros, porque el sistema es suyo y está hecho para los suyos.

Si dejarme que suelte una lágrima por aquel tremendo esfuerzo solidario en las queridas tierras gallegas de hace ahora 11 años que se ha quedado sin la compensación que se merecía en justicia. Canallas: soltáis el chapapote y os guarecéis en vuestras mansiones, protegidos por vuestras leyes, vuestras policías, vuestra moral podrida, vuestros acuerdos internacionales; seguros gracias al dinero que tenéis en los paraísos fiscales que os habéis construido.

 

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